Dos de Noviembre
Por José Manuel Juárez Vázquez
Terminaron de acomodar las
viandas típicas como enchiladas, mole, arroz guisado, gorditas y quesadillas
que fueron la degustación predilecta del difunto y entre el papel picado,
naranja y morado, y las flores de cempasúchil enmarcando el altar poniendo en
el piso del mismo una hermosa y elegante muerte, la "catrina" de Guadalupe
Posadas, confeccionada con semillas de frijol de diversas variedades, calabaza,
maíz, arroz y variados pétalos de flores que armonizaban multicolormente a la
ofrenda a los muertos así como de las deliciosas fragancias y aromas de las
flores, comidas y las piedras de incienso que ardían en los incenciarios junto
a los vasos de agua pura y cristalina en el primer plano del altar y las
veladoras que hacían ofrenda a la foto del difunto. Mas abajo en el segundo
nivel entre los platillos y cigarrillos del muertito, un juego de ajedrez de "madera
de Paracho" con el que según cuentan sus familiares jugaba por las tardes con
su compadre y se ensimismaba en sus pensamientos por horas sin mover ninguna
pieza y mirando fijamente el tablero, aseguran que permanecía como estatua
tocándose las cienes buscando la mejor jugada y hay quienes aseguran, también,
que llegó a confundirse con los muebles perdiéndose en la alcoba. Y pues ahí
estaba el juego, con las piezas sobre el tablero de cuadros de madera de caoba
y roble blanco, mal acomodadas, porque no sabían hacerlo, como en el sistema
Fischer, sin orden y al azar, con el caballo junto al rey y la torre junto a la
dama, a nadie le importa, nadie va a jugar en él, pero no deja de sobresalir de
entre las ofendas por ser muy notable su tallado en madera y hueso como pocos y
de un esplendido acabado -"¿lo ponemos?", inquiere la hija- a su madre con duda
-"si",dice ella, lacónicamente, "le gustaba"- y es por ello que termina por
exhibirse junto a todo el misticismo ancestral un objeto que por arcano le
lleva y roba el misterio a todos los demás elementos como si todos los
pensamientos del difunto hubiesen sido atrapados entre sus escaques y trebejo,
le dieran vuelta, se fueran entre el humo del incienso por toda la ofrenda y
regresaran a su caja en depósito.